jueves, 21 de enero de 2016

Psiquiatría, la resistencia al cambio

LA RESISTENCIA AL CAMBIO



La conclusión más común en los dictámenes de los psiquiatras forenses sobre un homicidio es que “el imputado estaba lúcido y orientado en tiempo y espacio después de haber matado”. En otras palabras, que no estaba fuera de sus cabales al momento de cometerlo.


En su consecuencia, y con este dictamen, los fiscales llevan al juez la conclusión de que el acusado se propuso matar, y por lo tanto es imputable y puede ser juzgado por su crimen.


Trayendo a colación un crimen archiconocido, el dentista Ricardo Barreda, cuando tomó una escopeta de doble caño, la cargó y mató a toda su familia estaba plenamente lúcido y sabía lo que hacía… ja!!

Hasta un niño -menos los psiquiatras forenses, claro está- sabría que nadie puede cometer algo así si no está completamente enajenado. ¡Pobre mundo si este tipo de hechos se pudiera cometer a plena conciencia de lo que se está haciendo!

Afortunadamente esto, en la actualidad, no es una mera teoría pues puede demostrarse científicamente.


Para que quede aclarado desde el principio nuestra posición en este asunto es que ningun presunto asesino cuyo dictamen forense concluya que estaba lúcido en el momento del crimen recibirá una sentencia justa, porque la Justicia no tiene ningún elemento que otorgue certeza del estado mental en que estaba una persona al matar a otra.



¿Cómo puede la Justicia Penal guiarse para dictar sentencia, sea absolviendo o condenando, por la opinión de un psiquiatra forense, si la propia Psiquiatría no tiene la menor idea de cómo funciona la mente, y menos aún por qué una persona mata a otra?


Se me dirá que la pericia psiquiátrica no es vinculante para el tribunal, pero yo refuto esto porque un juez, para apartarse del dictamen de un perito, tiene que tener motivos muy fundados y argumentarlos categóricamente en la sentencia. ¿Y cómo podría hacerlo si sabe tanto del mecanismo mental, y la razón de la conducta de las personas, como un psiquiatra, es decir, nada?


El psiquiatra forense, cuando examina a una persona que ha matado a otra lo hace fuera del momento del hecho, a veces varias horas después o incluso días o meses. Esa persona que examina tiene en ese momento un estado mental completamente distinto al momento de matar. Esto es tan obvio que ni siquiera habría que mencionarlo. ¿Cómo entonces puede opinar sobre el estado mental de una persona en un momento de su pasado examinándola en tiempo presente? ¿Acaso a “ojo de buen cubero”?

Quizás estas cosas no tendrían ninguna importancia, o por lo menos yo no me molestaría en hacer esta nota, si se tratara de cuestiones civiles, pero aquí estamos tratando con uno de los derechos fundamentales de las personas, como es el derecho a tener una sentencia justa. Más aún cuando está en juego la libertad, otro de los derechos fundamentales en cualquier sociedad civilizada.

A veces, en el dictamen, el forense hace alusión a que el imputado después del hecho intentó quitarse la vida y también que estaba perfectamente lúcido cuando tomó el arma, se apuntó a la sien y se hirió con el disparó. ¿Cómo alguien que intenta quitarse la vida va a estar en la plenitud de su conciencia? ¡Por Dios!


Cualquiera de nosotros sabe cómo nos alteramos en determinadas circunstancias, y también sabemos cuán poco de lucidez tiene nuestra conducta en ese momento. Y también sabemos que nadie, absolutamente nadie, puede saber nuestro verdadero estado mental, solo nosotros.


¿Cuántas veces hemos escuchado la consabida frase: “Sé por lo que estás pasando”, y la respuesta: “No, no puedes saber por lo que estoy pasando”. ¡Y es verdad, nadie puede saber por lo que estamos pasando! Y sin embargo vemos continuamente a los psiquiatras forenses que se arrogan ese privilegio de decirnos cuál ha sido nuestro estado mental en esos instantes aciagos… ¡Por favor!

A pesar de que nadie puede saber nuestro estado mental en un momento dado, hay por lo menos una forma exacta de saber el grado de conciencia que tuvimos en cada momento de nuestras vidas. Y sí, también nuestra cantidad de conciencia cuando le disparamos a alguien.


El estado mental de las personas no es el mismo a lo largo del día, y así puede oscilar desde entusiasmo a enojo, aburrimiento, desánimo, etc. Estos cambios mentales pueden observarse a través del E-Metro (abreviatura de Electropsicómetro), que es una aparato diseñado por L. Ronald Hubbard y que mide la capacidad analítica que tenía una persona en un momento determinado.


Funciona tomando la persona las latitas y retornando mentalmente al hecho que se quiere evaluar. El auditor, que así se llama el profesional que maneja el aparato, le pide al examinado que retroceda con su mente a un momento determinado, por ejemplo cuando discutió con su pareja. De inmediato se verá que la aguja del cuadrante se movió. El punto donde se detiene marca la cantidad de conciencia que tenía en ese momento de discusión.


Expresado de otra manera, a través de este aparato puede llevarse a alguien que cometió un crimen a recordar el hecho y así saber si es o no imputable.





Si al dentista Barreda -sí, al que mató a toda su familia con una escopeta de doble caño- se lo examinara con el E-Metro, la Justicia podría saber con exactitud el grado de conciencia tenía al momento de dispararle, es decir si estaba obnubilado y en qué grado, o si estaba perfectamente lúcido y actuó fríamente sabiendo la criminalidad del acto (nosotros, por nuestra experiencia, sabemos que su conciencia era menos que la de un animal).



Una sentencia basada en la lectura de este aparato, que es exacto al evaluar el grado de conciencia de una persona en el momento del hecho, sería inobjetable. En otras palabras, sería una sentencia justa. De lo contrario será como tirar una moneda al aire, si sale cara condeno, si sale seca absuelvo.

¿QUÉ ES EL E-METRO Y CÓMO FUNCIONA?


El E-Metro es una abreviación de electropsicómetro. Se trata de un aparato científico utilizado como ayuda en la auditación a fin de que la persona que se esté examinando pueda localizar y confrontar áreas de trastorno mental.
Por sí mismo, el E-Metro no hace nada. Es un instrumento electrónico que mide el estado mental y las modificaciones de dicho estado en los individuos, y contribuye a la precisión y rapidez de la auditación.
A fin de entender qué hace el E-Metro, es necesario comprender algunos conceptos básicos de Cienciología.
Tres son las partes básicas del hombre: mente, cuerpo y thetán. El thetán es un ser espiritual e inmortal: el individuo mismo. El thetán habita en un cuerpo y tiene una mente, la cual es una colección de cuadros de imagen mental.
Los cuadros que hay en la mente contienen energía y masa. La energía y la fuerza que hay en los cuadros de experiencias dolorosas o perturbadoras pueden tener un efecto nocivo en el individuo. Esta energía o fuerza dañina se denomina “carga”.
Cuando el E-Metro se encuentra en funcionamiento y una persona sujeta sus electrodos, un diminuto flujo de corriente eléctrica (aproximadamente 1,5 voltios; menos que las pilas de una linterna) pasa por los cables del E-Metro, atraviesa el cuerpo de la persona y vuelve al E-Metro. (El flujo eléctrico es tan pequeño que no hay sensación física alguna al sujetar los electrodos).
Cuando la persona que sujeta los electrodos tiene un pensamiento, mira un cuadro, reexperimenta un incidente o bien desplaza alguna parte de la mente reactiva, ese individuo está moviendo y cambiando masa mental y energía reales. Estos cambios que se producen en la mente influyen en el diminuto flujo de corriente eléctrica que genera el E-Metro, haciendo que la aguja del dial se mueva. Las reacciones de la aguja del E-Metro le indican al auditor dónde se encuentra la carga y que deberá ocuparse de ello con la auditación.

NOTA ADICIONAL DE HORACIO VELMONT



El E-Metro, al ser un aparato que registra la carga negativa (engrámica) acumulada en las células del paciente, sirve de ayuda al terapeuta para saber cuándo dicha carga fue eliminada (la aguja del cuadrante flota).
Al psiquiatra forense también le sería útil para determinar el grado de imputabilidad del acusado, pues la aguja mencionada, según su posición en el cuadrante, indica con toda precisión el quantum de reducción analítica que tenía aquél al cometer el delito.
Esto es posible porque el organismo humano está inherentemente estructurado para que todos los actos hostiles que cometa en contra de sus semejantes también se graben a nivel celular (mente reactiva) como carga dañina.

Esto hace caer definitivamente, por superflua, cualquier idea de un “Dios castigador”. Los actos hostiles pueden ser borrados de la mente reactiva y la persona liberarse de las angustias que lo agobian. La confesión que practican algunas iglesias de sus fieles no es más que una versión mixtificada por ignorancia de la verdadera técnica.

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